jueves, 14 de marzo de 2013

Capitulo Cuatro


Comenzaron a alejarse de la zona, llegando a la calle principal. Allí el señor le señaló una cafetería, ella aún algo confusa por lo que había ocurrido le miró y asintió con la cabeza, cruzaron la calle y entraron en el local.
Una vez dentro vieron una mesa lejos de la muchedumbre y se encaminaron hacia ella para poder hablar con tranquilidad.
Estefanía seguía asustada y nerviosa. Un camarero se acercó a ellos para atenderlos, los miró de una forma muy extraña, se fijó en ella, estaba demasiado inquieta. El señor que acompañaba a Estefanía se dio cuenta de la situación y le pidió un café para él y una tila para ella.
Con las bebidas ya servidas en la mesa, ella quería hacerle algunas preguntas:
 Bueno, antes de nada quiero agradecerte lo que has hecho, ya que me has salvado de una violación segura, pero quiero saber, ¿quién eres? - preguntó algo nerviosa.
 No tienes nada que agradecerme, eso lo hubiera hecho cualquier otro en mi lugar, pero antes de decirte yo nada quiero que me digas tu nombre y el por qué te estaban haciendo eso.
 Está bien – dijo mirando al suelo –. Mi nombre es Estefanía, tengo 14 años recién cumplidos y la verdad es que no puedo decir el por qué de lo que hacen porque ni yo misma lo sé.
 No te creo – dijo atónito –, ¿me estás diciendo que no sabes por qué te hacen eso?
 Estoy siendo sincera, llevan así conmigo desde haces unos cuantos meses y no sé el por qué, la verdad.
 Bueno son cosas que no entiendo y nunca entenderé – dijo el sorprendido –. Mi nombre es Aitor, tengo 18 años y acabo de llegar a la zona.
Ella se quedó perpleja porque no parecía un chico de tan joven edad. Aitor era un chico bastante alto, moreno, ojos color miel, tenía el pelo corto, bastante robusto y con barba de al menos días, cosa que a la chica le gustaba.
Cuando Aitor acabó de presentarse, ella quería hacerle unas preguntas pero no tenía el valor suficiente. Aitor se quedo mirándola, en ese momento había un silencio que estaba incomodando al joven. Se levantó y se dirigió hacia los aseos, entonces el camarero que no les había sacado el ojo de encima aprovechó la ausencia de él y se acercó a Estefanía:
 Disculpe señorita, ¿está bien? – preguntó el camarero ansioso.
 Sí, gracias – contestó ella sorprendida.
 Perdone que me entrometa, pero cuando vine a atenderlos me había parecido verla bastante nerviosa y el joven que la acompaña no me gusta mucho.
 No se preocupe, ese joven, como usted bien dice, me acaba de ayudar, señor- dijo en un tono bajo.
 Disculpe las molestias- entonces el camarero se alejó.
Estefanía impaciente esperaba a que Aitor regresara del servicio y comenzó a curiosear en sus objetos personales, después de todo lo que le estaba pasando era lógico que fuera un poco desconfiada, entre esas cosas tenía el móvil y la cartera, los empezó a ojear. Primero miro su móvil, curioseo en los mensajes y entre ellos tenía uno de su madre, lo miro y este decía:
"Hijo te mando una transferencia bancaria con el suficiente dinero para poder sobrevivir unos meses, siento que esté pasando todo esto, cuídate mucho por favor. "
Cuando acabo de mirar el móvil cogió su cartera, se fijó en el DNI del chico para ver de donde era y si de verdad tenía esa edad. En efecto, ése era su nombre. Miró también donde vivía Aitor, era salamantino y se preguntaba que le había pasado para que tuviera que irse a vivir a Santiago de Compostela. Dejó el DNI en su sitio y se fijó en que el joven no tenía demasiado dinero.
De repente Aitor salió del baño, ella no se había dado cuenta y, por suerte, cuando él estaba a punto de llegar a la mesa dejó sus cosas, llegó a la altura de Estefanía y se volvió a sentar, entonces ella se decidió a hacerle esas preguntas que no había sido capaz de a hacerle:
 Oye Aitor, ¿por qué me has ayudado? – preguntó.
 Pues la verdad, me parece indignante lo que esos retrasados estaban a punto de hacerte.
 Solo tengo palabras de agradecimiento hacia ti, porque si no hubiera sido por lo que has hecho ya sabes lo que hubiera pasado. Me alegro muchísimo de que llegaras en ese momento.
 No te preocupes, solo dio la casualidad de que pasé por ese lugar en el momento justo, pero cualquier otro hubiera hecho lo mismo, seguro – dijo sonriendo.
Ella se quedó mirando como sonreía, le parecía una sonrisa perfecta. Entonces se empezó a escuchar en el bar el reloj de la radio, eran las 12 del mediodía.
Estefanía se levantó rápido y Aitor la miró de forma extraña:
 ¿Pasó algo Estefanía?
 No, solo que me tengo que ir - dijo apurada.
 Ah vale, me estabas asustando - suspiró aliviadamente.
 Tranquilo, solo era eso - contestó sonriendo.
 Antes de irte, ¿me puedes dejar tu número de teléfono?
 ¿Para qué lo quieres? – preguntó.
 Para poder vernos algún día o por si me necesitas - ella sacó un bolígrafo de su mochila y lo apuntó en una servilleta.
 Toma, aquí tienes mi número Aitor y ahora lo siento pero me tengo que ir.
 No pasa nada, ahora que lo tengo ten por seguro que te llamaré.

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